Pero eso no es todo:

Los procesos se supervisan desde los monitores de una sala central, lo que evita realizar rondas de inspección, ya que los fallos se identifican directamente. Dos de las cámaras van montadas sobre una grúa de 12 metros con capacidad para identificar y clasificar automáticamente miles de condiciones y parámetros diferentes. Incluso a temperaturas de -25 °C, las cámaras están totalmente protegidas en sus carcasas. En Gießen se ha implantado un sistema de imágenes en blanco y negro, capaces de ofrecer un mejor contraste incluso en las condiciones más complejas, como al caer la tarde o durante la noche. Además, tienen un consumo eléctrico mínimo, lo que contribuye a reducir aún más los costes.